top of page

El Nigromante

La visión hacia el Siglo XXI

Las cosas que perdimos (y ganamos) en el duelo

"Piedad, piedad para el que sufre;

piedad, piedad para el que llora.

Un poco de calor en nuestras vidas

y un poquito de luz en nuestra aurora".

 

Oración Caribe, Agustín Lara.



Por Angélica Ferrer

 

Las personas somos necias y tendemos al caos, mental y físico, en varios momentos de nuestra vida. También nos vamos a los extremos: pensamos que somos invencibles e intocables, o nos sumimos en la miseria y la autoconmiseración.

 

Una de las tantas situaciones que ocurren en nuestro camino es el duelo y este no solo se refiere a que muera alguien cercano, sino a perder un empleo, padecer alguna enfermedad, dejar de hablarnos con los amigos, migrar a otro estado o país, entre otros. El castillo de nuestra existencia tiene muchos espacios para los finales.

 

Nadie nos enseña cómo sentir las emociones al saber que vas a perder a alguien. Aunque la frase anterior parezca cacofónica o equivocada, ¿cuántas veces no nos hemos preguntado si lo que se remueve en nuestra mente y nuestro cuerpo es correcto? ¿Cuántas ocasiones hemos pensado si esa sensación es como la sociedad dice que debería serlo? Seguramente, un montón.

 

Mientras nos enlistamos en el séquito de personas en el mundo que siguen cuestionándose si es adecuado sentirse mal en este estilo -un tanto funcional, un tanto resignado-, comenzamos a analizar el entorno con un cariz distinto.

 

El cierre de algo -sea una vida, una etapa profesional, una relación o una salud vigorosa-, también lleva a perder más allá de la situación per se. Se van la cordura, el sueño y el hambre. Se olvidan el mínimo cuidado personal y los pendientes. Adiós a los horarios y al pensamiento ordenado.

 

Fuera de nuestro maremágnum emocional, algo para lo que solemos imprimir carteles mentales de "se busca" es para las "amistades", las que te han pedido favores toda la vida, que has acompañado pero, al menor caos, se alejan. Y aunque esto es un clásico, no deja de ser un absurdo, sobre todo en la adultez.

 

Otra más, cuando acabamos de ingresar al grupo de quienes dejaron de esperar lo peor a vivirlo, no solo tienes que lidiar con una sensación donde no sabes si te estrellaste contra algo o si caíste en un abismo, sino con la intransigencia de las instituciones, autoridades e, incluso, profesionales en las materias que tocan nuestra problemática. El infierno existe y parece que está en la Tierra.

 

Ni qué decir de las frases como "debes ser fuerte", "mañana la olvidas", "¿por qué si eres tan inteligente perdiste esa chamba?", "estás muy dolido, ojalá ya se te pase". Tomar leche caducada sabe y huele mejor que eso. Ya bastante tenemos con sentirnos culpables ante los "hubiera", el "pero ya podremos estar en paz" y otros remordimientos mayormente moralinos.

 

La humanidad, incluyéndome, hemos caído alguna vez en cometer esos atropellos hacia alguien que sufre; no nos enseñan a acercarnos a brindar ayuda. Buscamos que la batuta con la que nos sentimos muchas veces, haga que esa persona deje de llorar. Ocultamente, solo queremos que se calle y deje de quitarnos el protagonismo que tanto nos apasiona tener en las charlas.

 

Ese es un grave problema. Nadie desea que su madre sea parte de las estadísticas anuales de fallecimientos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi). Tampoco quiere estar en la fila del desempleo, con la seguridad social balanceándose en un hilo, y, mucho menos, dejar su país por amenazas de muerte.

 

Los duelos, sean propios o ajenos, son una puerta para mejorar nuestra relación con nosotros mismos y con el entorno. El sistema en el que estamos, nos incita a ser individualistas, con una gravedad que nos ha desconectado también de las emociones.

 

Parece que solo tenemos dos opciones: fingir, ser condescendiente y "fuerte" para continuar consumiendo y produciendo, o que el resto espere que lloremos 24/7 y estemos al borde del colapso. Y no es, ni tiene que ser así.

 

Por un lado, perdemos y nos sentimos las personas más desafortunadas. Por otro, ganamos nuevos amigos, descubrimos que hay gente de buen corazón que no te conoce en persona, pero que puede dedicarte los gestos más pequeños y significativos, y aprendemos a cuidar nuestros sentimientos en los momentos más sensibles. Es un peldaño para crear a partir de la nada.

 

No vengo a dar consejos terapéuticos, pero sí a tratar de comprender y compartir con ustedes y con gran parte de la gente que me rodea lo que ha ocurrido en este marzo.

 

El 5 de marzo, en pleno miércoles de ceniza, murió la última persona a la que acompañé a ese ritual y que fue mi segunda mamá: mi abuela Rosario. Todo fue muy rápido y me parece aún increíble que no volveré a verla.

 

Ni tiempo de asimilar que jamás comeré su comida otra vez, que no me llamará en mi cumpleaños, que no se emocionará, al menos en este plano, con otro paso que yo dé en mi carrera. Me quedo con las anécdotas, la música que tanto le gustaba y la manera en la que me consentía.

 

La muerte y la desdicha están muy activas estas semanas. Amigos cercanos despidieron a sus padres, a sus tíos, a gente que amaban. También conmemoraron aniversarios luctuosos de forma más dolorosa que de costumbre. A eso hay que añadirle el caos que vemos y que, en oleadas, nos golpean a nivel nacional y mundial.

 

Pese a estos amargos momentos, donde Las golondrinas suenan más fuerte que de costumbre, y la indignación y la tristeza se cuelan por cada rincón, un consuelo es que, como todo, el duelo terminará un día y, en ese período que nadie quiere pasar, estamos más acompañados de lo que creemos, sobre todo, de nosotros mismos.

 

Y, cuando nos toque brindar apoyo, seamos la persona confiable y atenta. Escuchemos, abracemos y preguntemos qué le funciona a quien nos está avisando o solicitando atención. Sí se puede.

 

Si estás pasando por un duelo, quieres brindar mejor acompañamiento a alguien en esa situación o tu salud mental está en riesgo, este es un directorio de sitios en Ciudad de México donde puedes solicitar ayuda gratuita:




 
 
bottom of page