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El Nigromante

La visión hacia el Siglo XXI

Marx y el tiempo

Foto del escritor: Oscar RojasOscar Rojas

Publicado por OROJAS el 19 ABRIL, 2018



Desde una lectura de la evolución científica (a lo Thomas Khun) es necesario preguntarse sobre el asunto del tiempo en Marx. Dicho científico social está realizando una búsqueda categorial incesante sobre las determinaciones de la formación económico-social en el siglo XIX, es testigo de las primeras crisis, las primeras luchas de los trabajadores, absortos, sin comprender por qué trabajan más que nunca y la vida es más miserable que nunca antes. Con más rabia que miedo se fueron contra las máquinas, las destruyeron, sin darse cuenta que eso no serviría de nada, el diseño abstracto de explotación vía plusvalor relativo nacía y este se iba a materializar de alguna forma u otra. ¿Cómo leemos esto de lo abstracto materializándose? Sencillo, así como los planetas modifican su espacio-tiempo dada su masa, los modos de producción humanos también modifican su espacio-tiempo; existe una relación directa entre la forma productiva y la temporalidad que concibe el ser humano.

Por ejemplo, entre los aztecas, el tiempo no es eterno desde el big bang hasta nuestros días, sino que este va cumpliendo ciclos cerrados donde cada cierto alcance material civilizatorio puede ahogar un mundo, a la vez que provoca la emergencia de uno nuevo. Este es el caso de la leyenda de los soles:


Primer Sol –> viven los gigantes, pueblo rudo que no siembra, que comía piñones del norte de México

Segundo Sol –> los hombres son comunes y comen pan hecho de la fruta del Mezquite

Tercer Sol –> los hombres saben sembrar pero no poseen el divino maíz, comían un grano salido del agua.

Cuarto Sol –> misteriosamente, este Sol se representa sólo con su planta básica para la alimentación, bajo el nombre 4 flor.

Quinto Sol –> la nueva humanidad, la era de la familia náhuatl, nuestros ancestros, son hombres ya perfectos, que poseen, gracias a Quetzalcóatl, la planta perfecta: el maíz.

(Leyenda parafraseada de Ignacio Bernal en su libro “tenochtitlán en una Isla”)


Cada Sol, es decir, cada medida temporal, contiene un alcance colectivo de conocimiento y dominio sobre la agricultura; es preciso decir que esto no sucede mágicamente sino que necesita de dispositivos y resortes sociales que permitan construir las relaciones que lleven a su materialización el descubrimiento civilizador. Lo fundamental aquí es observar que la preeminencia de la potencia de vida es la que dicta sobre los ciclos temporales. En el caso del capitalismo la temporalidad no tiene más contenido que la explotación como perpetuum mobile por lo que no existen fases sino el arribo a cierto tipo de organización que por sus necesidades de acumulación incesante, no puede hacer otra cosa más que producir una ideología de temporalidad detenida.

Ahora bien, ¿cuál es la perspectiva del materialismo histórico frente al tiempo? Ya sabemos que el principio marxista postula, como los aztecas, ciclos diferentes que clausuran mundos u organizaciones mundiales para inaugurar otros –esto está claro desde sus primeros escritos, no se modificarán a lo largo de su obra–, dicho en otros términos, cierta generación de humanos nace bajo las relaciones sociales y el modo de producción que le precede, ese es su punto de partida, para construir un modo de producción distinto dado que todo el trabajo combinado produce fuerzas productivas siempre variantes que chocan con las relaciones sociales previas en las que nacieron, algo así como un ave saliendo del cascarón: para su nacimiento necesita forzosamente romper sus propias barreras.

La diferencia entre los aztecas y el capitalismo es que cada renovación solar desde el mundo prehispánico (otra temporalidad) implica el esfuerzo colectivo y significativo (ceremonial) para hacer girar la rueda de la historia, o dicho de otra manera, para fabricar su propio tiempo; en el caso del capital, cada renovación civilizatoria, cada aumento de las fuerzas productivas se empeña en mantener su poder relativo reprimiendo cualquier transformación en las relaciones sociales, es decir, una fase del movimiento completo se abstrae de su concatenación temporal de ciclos infinitos y busca absolutizar una materialización alcanzada –en este caso la propiedad privada– pero para lograrlo necesita también detener el tiempo (y destruir capital también), por ello, el materialismo histórico se ha presentado como el enemigo número uno de la ideología dominante. En este punto de la historia, mantener las abstracciones unilaterales materializadas cuesta mucho dolor y un mundo de desigualdad y guerra como el que existe en este inicio del siglo XXI, la violencia en la naturaleza sólo aparece cuando el movimiento natural es suspendido.


En suma, el tiempo que se ha construido hasta ahora es una materialización proveniente de una abstracción real ¿cómo es esto? toda vez que el universo es fuente de la consciencia, lo que ocurra en ella implica que existe en la realidad, las abstracciones no son imaginación intelectual en un mundo platónico alterno, sino que las abstracciones son detenciones del tiempo histórico producido por dado modo productivo, para revisar su conformación material (que es lo que Marx hace en El Capital), hasta aquí todo bien, el propio Marx señaló, con respecto a la economía política clásica, que el método de abstracción era la vía científica correcta, es decir, no podemos más que detener el tiempo para analizar su materialidad, su esencia, el problema viene cuando se pierde de vista su carácter práctico y transitorio, pero ordenador social también, olvidamos la dimensión y el ritmo de donde nuestro análisis abstrae algún elemento, confundimos la idea con la interconexión idea-materialidad, bajo esta confusión se pueden fundar las miles de teorías económicas que sostienen por un lado, y por el otro, que el modo de producción capitalista es el mismo en todo momento, así ha sido por siempre y por siempre lo será. Obviamente esta producción de temporalidad es una anulación de la misma. Caso distinto el de las culturas prehispánicas, también proscritas por el capital, rebajadas a meros anecdotarios antropológicos de un tiempo muerto, sírvase como ejemplo también la concepción maya contenida en cada encuentro entre seres humanos.

Por tanto, pronto será necesario que las nuevas discusiones sobre el materialismo histórico se acerquen más a las grandes preguntas sobre la física del espacio-tiempo que al otro perpetuum mobile de sólo atesorar una nueva exégesis de la obra de Marx. Pero esta búsqueda no es cientificista, es profundamente política ya que busca la recuperación colectiva de la producción del tiempo histórico,  parafraseando a Walter Benjamin, lo suficientemente colectivos (gracias al desarrollo del propio mercado mundial capitalista) para hacer saltar el continnum de la historia.


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