En la economía convencional, la idea de que conforme las economías crece crecen en igual modo las condiciones de vida del obrero y que por lo tanto el sistema capitalista funciona a la perfección y no puede ser sustituido pues mejora la vida de todos aquellos que participan de él es, por decir lo menos, una superficialidad. Esta idea tiende a dejar de lado, o más bien ocultar, una intrincada red de relaciones sociales que, partiendo de las condiciones materiales y mediante una dialéctica compleja, determinan mutuamente sus resultados, los resultados del modo de producción capitalista.
Marx, en su escrito, Trabajo asalariado y capital, explica sucintamente la forma en que se relacionan el salario y el capital, como relaciones sociales propias del modo de producción capitalista, demostrando en última instancia que, aunque los medios de vida del proletariado como clase pueden aumentar en términos reales y nominales con el crecimiento de la acumulación de capital, en términos relativos aumenta su pobreza con relación a los capitalistas como clase, al mismo tiempo que el sometimiento del obrero al capital se engrandece (en términos de los Manuscritos de 1844, se diría que aumenta el trabajo enajenado)
Pero veamos que dice Marx al respecto:
“[…]Por tanto, aunque los goces del obrero hayan
aumentado, la satisfacción social que producen es ahora
menor, comparada con los goces mayores del capitalista,
inasequibles para el obrero, y con el nivel de desarrollo de la
sociedad en general. Nuestras necesidades y nuestros goces
tienen su fuente en la sociedad y los medimos, consiguientemente,
por ella, y no por los objetos con que los satisfacemos.
Y como tienen carácter social, son siempre relativos.”
“El salario no se determina solamente, en general, por la
cantidad de mercancías que pueden obtenerse a cambio
de él. Encierra diferentes relaciones […].”
“El salario se halla determinado, además y, sobre todo,
por su relación con la ganancia, con el beneficio obtenido
por el capitalista: es un salario relativo, proporcional […].”
“El salario real expresa el precio del trabajo en relación
con el precio de las demás mercancías; el salario relativo
acusa, por el contrario, la parte del nuevo valor creado por
el trabajo, que percibe el trabajo directo, en proporción a
la parte del valor que se incorpora al trabajo acumulado,
es decir, al capital.”
Como acotación a lo anterior, es importante recordar que para Marx (y aquí compartimos esa idea), el nuevo valor es generado por los obreros, una parte del mismo es pagado a estos como salario (los medios de vida necesarios para mantenerse y reproducirse) y la otra es apropiada por los capitalistas, quienes la usan para acrecentar la acumulación o para consumo personal (Aquí Marx aún no llama a este excedente plusvalía, pero la idea ya está muy desarrollada).
Continuemos con Marx:
“El salario no es la parte del obrero
en la mercancía por él producida. El salario es la parte
de la mercancía ya existente, con la que el capitalista
compra una determinada cantidad de fuerza de trabajo
productiva […]” (Marx argumenta que el salario no proviene de lo
directamente producido, sino del capital adelantado).
“Mientras que la primera parte se limita a reponer valores que ya existían, es
evidente que tanto la suma destinada a reembolsar los salarios
abonados como el remanente que forma la ganancia
del capitalista salen en su totalidad del nuevo valor creado
por el trabajo del obrero y añadido a las materias primas.
En este sentido, podemos considerar tanto el salario como
la ganancia, para compararlos entre sí, como partes del
producto del obrero.”
Por lo tanto, toda la riqueza es producto del obrero, una parte del cual no regresa a este obrero, veremos que la parte de su producto no pagada es, en general, mayor a la parte pagada, y más aún en tanto más crece la riqueza, más se acumula el capital.
“Puede ocurrir que el salario real continúe siendo el mismo
e incluso que aumente, y, no obstante, disminuya el
salario relativo […].”
Es decir, que, gracias a la competencia y la disminución de los precios en los momentos de auge, el salario real (la cantidad de mercancías que puede obtener un obrero con su paga) puede aumentar, pero en comparación, pueden, y de hecho aumentan mucho más, las ganancias de la clase capitalista. Aunado a ello, como las ganancias proviene del producto que genera el obrero, estas solo pueden crecer si lo salarios disminuyen.
“¿Cuál es la ley general que rige el alza y la baja del salario
y la ganancia, en sus relaciones mutuas?
Se hallan en razón inversa. La parte de que se apropia el
capital, la ganancia, aumenta en la misma proporción en
que disminuye la parte que le toca al trabajo, el salario, y viceversa.
La ganancia aumenta en la medida en que disminuye
el salario y disminuye en la medida en que éste aumenta.”
“El salario relativo puede disminuir, aunque aumente el salario real simultáneamente
con el salario nominal, con la expresión monetaria del valor
del trabajo, siempre que éstos no suban en la misma proporción
que la ganancia.”
En algún punto Marx pone el ejemplo de las casas; si todas las casas de un barrio son iguales y al crecer una todas las demás crecen en la misma proporción no ha crecido la desigualdad, pero si en este barrio aparece una mansión y ante una pequeña mejora en las demás casas este palacio crece mucho más, entonces la desigualdad habrá aumentado en una tasa más grande que el mejoramiento de las casas del barrio.
Por lo tanto, nos dice Marx:
“Que, incluso la situación más favorable para la clase obrera,
el incremento más rápido posible del capital, por mucho
que mejore la vida material del obrero, no suprime el antagonismo
entre sus intereses y los intereses del burgués, los
intereses del capitalista. Ganancia y salario seguirán hallándose,
exactamente lo mismo que antes, en razón inversa.”
Más adelante en el texto, Marx nos habla de la división del trabajo y de la introducción de la maquinaria (que son causa y consecuencia del crecimiento de la producción) y sus consecuencias para el trabajador. En este sentido nuestro autor expresa:
“Una mayor división del trabajo permite a un obrero
realizar el trabajo de cinco, diez o veinte; aumenta, por
tanto, la competencia entre los obreros en cinco, diez o
veinte veces.”
“Además, en la medida en que aumenta la división del trabajo,
éste se simplifica. La pericia especial del obrero no sirve
ya de nada. Se le convierte en una fuerza productiva simple
y monótona, que no necesita poner en juego ningún recurso
físico ni espiritual.”
“[…]además, recordamos que cuanto más sencillo
y más fácil de aprender es un trabajo, cuanto menor coste
de producción supone el asimilárselo, más disminuye el salario,
ya que éste se halla determinado, como el precio de
toda mercancía, por el coste de producción.”
“La maquinaria produce los mismos efectos en una escala
mucho mayor, dondequiera que se implante por primera vez,
lanza al arroyo a masas enteras de obreros manuales, y,
donde se la perfecciona, se la mejora o se la sustituye
por máquinas más productivas, va desalojando a los
obreros en pequeños pelotones.”
“¿Cómo, pues, una masa de obreros expulsados por la
maquinaria de una rama industrial va a encontrar refugio
en otra, a no ser con salarios más bajos, peores?”
“[…]cuanto más crece el capital productivo, mas
se extiende la división del trabajo y la aplicación de maquinaria.
Y cuanto más se extiende la división del trabajo y la
aplicación de la maquinaria, más se acentúa la competencia
entre los obreros y más se reduce su salario.”
Los obreros, cuando la producción crece, y con ella la división del trabajo y la introducción de la maquinaria, ven que mejoran sus condiciones de vida en una primera instancia, pero, después, se ven obligados a acrecentar la competencia con otros trabajadores (lo que hace que disminuya si salario), y al hacer esto, se hace la competencia así mismo además de quedar, más aún que antes, a la merced del capital, aún más enajenado (en el capital el concepto es la subsunción).
Nos preguntamos entonces como es que hoy vemos a trabajadores “contentos” en sus empresas, haciendo por cuenta propia esfuerzos por la empresa en la que trabajan, recibiendo a veces míseros sueldos, todo esto sin apenas protestar. La razón es la alienación en la que se encuentran los trabajadores. El sistema, en su superestructura, se ha encargado de hacernos creer que entregar la vida al trabajo (un trabajo alienante, enajenante) es el parámetro de éxito personal, entre más trabajes, mejor eres.
Pero esto es, entre más trabajes para la empresa, entre más plusvalía generes o ayudes a generar, mejor ciudadano, mejor trabajador. ¿La recompensa? Si tienes suerte un poco más de paga al final del mes, a consecuencia de dejar de lado todas las otras facetas de la vida humana (el ocio, el arte, la convivencia, etc.), que nos han hecho creer que, al no ser productivas en el sentido convencional, no valen. En cambio, y como vimos más arriba, los capitalistas como clase se apropian de una cantidad cada vez mayor de riqueza, sin tener siquiera que invertir más en la empresa, una gran jugada. Por eso, hoy en día vemos como nos cuesta más trabajo tener una vivienda, nos alegramos si nuestras horas extras nos permiten hacer un pequeño viaje cada seis meses o conseguir un vehículo, ¡ahora somos buenos trabajadores! Mientras los capitalistas hacen crecer sus palacios en proporciones nunca antes vistas, y con ellas la desigualdad, el trabajador se contenta por ahora puede tener internet en su casa, si es que tiene casa.